Rosa mística de piedra

Hace muchos años en la memoria, que no en el tiempo, entre la bruma confusa de aquellos días en los que el mundo se desperezaba de meses de angustia y clausura impuesta por la enfermedad, se abría la Puerta Santa de Compostela y por ella entraba la luz de una nueva esperanza. Las fronteras se volvían a abrir y para un caminante jacobeo su primera mirada era hacia el oeste, hacia Compostela.

Años habían pasado desde que había tenido el honor de ingresar en la Casa del Señor Santiago, entre sus cofrades que sostienen el legado de su devoción, pero aún no se había consumado el rito de entrada, no se había cerrado ese tránsito que comenzaba allá por el año 2005 pisando las huellas de los que le precedieron hacia el sepulcro plateado sobre el que brilla, eterna, la Estrella.

Medalla Archicofradía Universal del Santo

El mundo andaba cansado esos días, cual peregrino al final de la etapa, y una mezcla de sosiego tras la tormenta y recelo ante un cielo aún incierto lo impregnaba todo. El tiempo era escaso para acudir a Santiago y coincidir con alguna de las tres festividades del Santo, y la ilusión de mostrar ese legado a los suyos complicaba el viaje…pero Santiago siempre pone la mano. Los pasajes de avión llegaron, los permisos escolares para la pequeña, el alojamiento, ideal para la ocasión en el alma de la ciudad antigua, al final de la vieja cuesta que sube desde S. Francisco, al calor familiar de la hospitalaria casona que alberga el bosque doméstico y los duendes de bronce que la protegen…Y así llegaron los días de mayo, que junto con el otoño, son sus preferidos.

El Pórtico, recién restaurado, permitía visitas simplemente con reservar las entradas, pero…estas se entregaban el día antes, con lo que al ir un fin de semana era imposible conseguirlas. Por quemar todas las naves, medio en broma, rogó si había alguna entrada para un nuevo miembro de la Archicofradía…y aparecieron entradas para los tres que iban: el Santo, que no es milagrero, pero ayuda al peregrino.

Quintana do mortos, en los últimos meses del COVID

Y llegó a una ciudad dormida tras la tormenta, silenciosa y extraña al jolgorio habitual, por calles casi vacías. La linterna de la Berenguela iluminaba el arribo a una Puerta Santa abierta y sin apreturas, donde los peregrinos escaseaban, y los turistas no tenían que esperar para hacerse la foto. Un encantamiento parecía cubrir Compostela, como en un cuento antiguo digno de los hermanos Grimm.

Viajar esos días era como hacerlo por primera vez: miedos, nervios, nuevas normas que se ignoraban en gran parte…así que, para empezar, no cayó en que la Fiesta de la Aparición caía en domingo…y se postergaba al lunes para respetar la liturgia. El Boanerges tendió la mano nuevamente y D. Segundo, ya un canónigo más, se ofreció a tomarle juramento en la Capilla de acogida al peregrino en Carretas…curiosamente (o no…que el peregrino no cree en casualidades) él era Deán cuando formalizó su petición de ingreso, y era quien, de haber podido acudir en su momento, le hubiera impuesto la medalla entonces.

Así pues, emotiva e intima ceremonia, sencilla como le gusta al caminante: la familia, D. Segundo, la inestimable supervisión de Susana… y después a dar gracias al Santo en la Catedral.

Se cerraba el círculo: el peregrino ya podía ser considerado «iniciado» en la devoción jacobea. Las calles ya no resultaban tan inhóspitas a pesar de que el sol se ocultaba por el Finisterre. La tarde melancólica de reflejos de agua en los suelos de piedra, volvía a brillar al calor de la hospitalidad, de la puerta abierta a todos…y supo que siempre sería así.

Acompañando a Valle en sus paseos por la Alameda

Campanas francas

La miriada de peregrinos que avanzan por Europa, desembocan en España a través de los
pasos de Roncesvalles y del Somport. El caminante que atraviesa los Pirineos, antes y ahora,
al filo de la extenuación física y emocional del esfuerzo de sobrepasar la muralla natural de sus
montañas, probablemente tienen su primer atisbo de llegada a la meta soñada de Jacobsland a
través de sus oídos.


Aún hoy tenemos el placer de escuchar los tañidos de la Colegial de Roncesvalles al llegar a
territorio navarro. Quedan para el recuerdo los que sonarían entre las nieblas de Sumus
Portum, guiando al peregrino entre las nieves y ventiscas, hasta el Hospital de Santa Cristina,
pilar de la hospitalidad del Reino de Aragón, y digno de ser mencionado incluso en el Liber
Santi Iacobi como uno de los tres mejores de la cristiandad. Hoy, el poderoso campanario de la
Catedral de Jaca le toma el relevo en tierras aragonesas, mientras en la Catedral de Pamplona,
«María», la mayor campana de España aún en uso, hace las veces en tierras navarras.


El tiempo pasa fugaz, pero las campanas permanecen como un eco infinito en el ánimo del
caminante. Los dos Caminos se hacen uno en Puente la Reina, y atravesando tierras
logroñesas nos adentramos en el antiguo Reino de Nájera, en el que sobresalen robustos
campanarios, pero quizás sea el de de la Torre exenta de S. Domingo, la «moza de la Rioja», la
más destacada, con sus ocho campanas y su reloj que, aunque de origen medieval, por
avatares de la historia (caída de rayos, corrientes subterráneas que dañaron sus cimientos…),
nos ha llegado en su última construcción del siglo XVIII. La historia de la población que arranca
de una pequeña ermita donde S. Domingo, entre otros menesteres de hospitalidad, tañía la
campana en aquel despoblado del valle del Oja para orientar a los caminantes que, en los
albores de la peregrinación, que se extraviaban con facilidad por aquellas tierras. El Santo dejó
su memoria de dedicación al peregrino en la población que surgió en torno a su tumba y la torre
es tributo a su memoria, como casi cada rincón de la villa.

Virgen del Puente, Sahagún (León)


Castilla nos espera por sus duras tierras burgalesas. Aquí en Burgos el toque manual de las
campanas (declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2022) tiene una de sus principales
referencias. Porque de siempre, la vida de los pueblos se regía por sus toques: esquilones,
romanas o mixtas, o el más musical carrillón, las campanas marcaban los tiempos, fiestas,
infortunios y alegrías…y lo siguen haciendo, aunque la malentendida modernidad trate en
ocasiones de silenciarlas.

Santa María la Blanca, Villalcazar de Sirga (Palencia)


En palabras del genial Delibes, en su libro «El Camino», «es expresivo y cambiante el lenguaje
de las campanas; su vibración es capaz de acentos hondos y graves y ligeros y agudos y
sombríos. Nunca las campanas dicen lo mismo. Y nunca lo que dicen lo dicen de la misma
manera»

Basílica Nuestra Señora de la Encina, Ponferrada (León)


De todos los campanarios que jalonan el Camino por Burgos, quizás sea el más humilde el que
más llame la atención del peregrino. Y es que la sencilla espadaña, rodeada de “taus”, que
corona las ruinas de San Antón, da rienda suelta a la mente del caminante, que atraviesa sus
desnudas arcadas de lo que antaño fue esplendoroso monasterio de los negros monjes,
herederos de la mística de los padres del desierto, que curaban el ergotismo.

Reloj Ayuntamiento Astorga (León)


A las rudas formas de Castrojeríz suceden, ya metidos en los campos góticos palentinos, las
airosas torres-campanario de San Martín de Frómista, que alternarán en la siguiente etapa con
la iglesia con hechuras de fortaleza, impronta de la Orden del temple, de Santa María la Blanca
en Villalcazar. Ya a lo lejos el caminante empezará a escuchar el carillón que forman a la hora
del Angelus las iglesias, monasterios y conventos de Carrión.

Catedral de Jaca (Huesca)


Se abandona Palencia por Terradillos de los Templarios para adentrarse en la recias tierras
leonesas. Las montañas aparecen en el horizonte y los campanarios se van transformando en
espadañas poco a poco, siendo la primera la de la Ermita de la Virgen del Puente, poco antes
de Sahagún, que es centro geográfico del Camino Francés.

Ruinas del Hospital de Santa Cristina (Huesca)

Las campanas de la Pulchra Leonina nos marcarán por su número y timbre, como corresponde
a tan grandiosa catedral, pero quizás la más vistosa sea la que corona el Ayuntamiento de
Astorga, con sus simpáticos maragatos, que la tañen a las horas en punto. El reloj maragato,
del siglo XVIII aunque con añadidos posteriores, con sus autómatas que hacen que el peregrino
pase más tiempo del habitual allí solo por verlos “actuar”,aunque común en Europa, es una
pieza rara en España.

San Martín de Frómista (Palencia)


Nos adentramos en las serradas que llevan al Monte Irago, y en esas soledades el peregrino,
cuando la niebla o la nieve aprieten, echará de menos la campana templaria de Manjarín
sonando irreductible ante las adversidades: Tomás aguarda el relevo y el refugio una mano que
lo remoce.

Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)


Las campanas del Santuario de la Encina en Ponferrada, acaudilladas por “la Morenica”, nos
canta con alegría de carillón a la pequeña Virgen en la hora del Ángelus: llevan los nombres de
los Santos bercianos, Fructuoso, Genadio…y, curiosamente, una dedicada a la peregrina
Egeria.

San Antón de Castrojeriz (Burgos)


Y por fin el Alto de O Cebreiro, guardando la historia de aquella jornada de nieve donde, con
seguridad, tañían sus campanas para convocar y guiar a Juan Santín hacia la misa en la
iglesia, a la espera del milagro. En Cebreiro se halla el alma del resurgir del Camino, y el
cuerpo mortal de quién lo impulsó a la espera de la Parusía; Elías Valiña se llama, eterno
siempre en la memoria del Camino.


El Camino entra en sus días gloriosos en tierras gallegas, y el sin número de parroquias que
mantienen su repicar de campanas después de tantos siglos, alegran y confortan a los
peregrinos, sabedores del final marcado rotundamente por el sonar de Berenguela.

(PUBLICADO EN REVISTA PEREGRINO Nº 212 – ABRIL 2024)

Tañidos de Plata

En la apacible soledad de los Caminos, cuando el sol alcanza su cenit a la hora del Ángelus, sorprende al peregrino un sonido metálico, a veces el único en kilómetros, que ilumina el espíritu y da vigor a sus pasos ante la inminencia de alguna población cercana: son las campanas de alguna espadaña que nos alegra el día. Su sonido encierra tradición, hábitos sociales, comunicación, acerbo cultural…no por nada recientemente el toque de campanas ha sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

Durante siglos han sido un medio de expresión, incluso de emociones, de toda índole: religiosas, sociales…Su lenguaje es universal y fue medio de comunicación durante siglos; más de treinta modos diferentes de repique y volteos nos han legado los campaneros: ellas marcan los momentos del día, avisan de calamidades y también de las fiestas, llaman a reunión vecinal, anuncian tormentas y recuerdan a los difuntos. Parece ser que en España fueron introducidas por los visigodos, y, en el territorio que nos atañe, los mozárabes hicieron de su sonido un hecho diferencial de su estatus de cristianos en tierras islamizadas: baste recordar que en época almorávide, el ulema Ibn Abdún (siglo XII) recuerda a los “dimmies” que no deben hacer sonar sus campanas.

Campanario Santa María de la Asunción (Baños de Montemayor)

Es el Camino de la Plata un camino de campanas; la historia, entremezclada con la tradición, nos cuenta que por él Almazor llevo su razia contra Santiago, apoderándose de las que había en la por entonces pequeña iglesia que cobijaba el sepulcro del Santo, para traerlas a Córdoba y ser usadas como pebeteros que iluminaran la gran mezquita; por este mismo Camino, Fernando III, una vez conquistada la capital cordobesa, las devolvería a la sede compostelana en un ejercicio de justicia poética.

Abuelo Mayorga (Plasencia)

En Sevilla, las veinticinco campanas que alberga la Giralda, campanario mayor de la seo hispalense, despiden al peregrino con su toque del alba; todas tienen su nombre, pues fue costumbre bautizarlas cuando era erigidas en sus campanarios, y curiosamente la más antigua, de 1438, lleva el nombre de “Santiago”. Aún se guarda un manuscrito de 1533 con las “Reglas del tañido de las campanas”donde se regulan sus toques e incluso el oficio de campanero. Hasta 80 campanarios y unas 170 campanas llego a haber en Sevilla.

Espadaña Castillo de Puebla de Sanabria

Si ya de por si, el tañido de las campanas siempre da ánimo al caminante, en el Camino de la Plata, dadas las distancias a veces a recorrer sin poblaciones intermedias, es el único sonido que alivia nuestra soledad. No solo de campanarios religioso hablamos, también en el orden civil se usaron las campanas como medio de comunicación y forma de marcar el devenir de las horas, y una buena prueba de ello lo encontramos en Almadén de la Plata, en cuyo antiguo Ayuntamiento destaca la Torre del Reloj.

Iglesia de San Salvador de Palazuelo (Zamora)

Herederos de la cultura islámica que estuvo presente en este territorio de alminares reservados al almuédano, las campanas quedan recogidas en sus torres solo al alcance del campanero o sacerdote de turno. En la dura estepa extremeña el repique se vuele aún más distante y esporádico, más en los solitarios pueblos donde los campanarios son coronados por nidos de cigüeñas que sustituyen a las campanas que los amueblaron en tiempos más propicios.

Espadaña cementerio Rio Negro del Puente (Zamora)

Llegando a la frontera extremeña con Castilla-León comienza a cambiar el paisaje, el paisanaje, y los usos sociales. En la, injustamente olvidada por el trazado del Camino (algo inaudito si tenemos en cuenta la cantidad de hospitales medievales que tenía), ciudad de Plasencia, en su palacio municipal observamos como al campanario accede un autómata dieciochesco conocido como “Abuelo Mayorga”, que hace sonar las campanas a las horas en punto. Y es que, a partir de estos territorios, el reservado uso de las campanas se hace, por tradición e historia, de dominio público, quizá por la influencia castellano-leonesa; comienzan los campanarios y espadañas a aparecer muchos de ellos exentos o con acceso independiente de la Iglesia a la que se adscriben: así, por ejemplo, la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Baños de Montemayor.

Campana iglesia Villar de Farfón (Zamora)

Al norte de Cáceres, el Camino se transforma ya con verdores galaicos y cualquiera diría que estamos a un paso de la Tumba del Santo. Los campanarios no solo albergan estos instrumentos sino que, fruto probablemente de las horas de vigilia de los campaneros esperando para ejecutar su oficio o quizás por la visita de los que por allí pasaban aparecen en sus paredes múltiples inscripciones que (si exceptuamos las originadas por la falta moderna de civismo) aportan interesantes datos sobre la espiritualidad popular de otras épocas, como es el caso del campanario mayor de la Catedral de Salamanca. La interesante exposición “Ieronimus” que posibilitó durante meses la visita al mismo, nos desveló datos importantes, como el hecho de atribuirse a S. Paulino de Nola (siglo V, d. C.) la costumbre de colocar campanas en las torres.

Iglesia San Salvador de Tábara (Zamora)

Y, con paso pausado como corresponde al peregrino, llegamos a tierras zamoranas, donde la continuidad de la Vía de la Plata hasta Astorga o la variante portuguesa a través de Braganza, trazados auténticamente históricos, nos depararán más historias con campanas, pero en Granja de Moreruela giramos hacia el Oeste, por aquellos avatares del destino, por el Camino Sanabrés.

Iglesia Santa Marta de Tera (Zamora)

La más humilde aldea cuenta en estos lares con su iglesia y campanario, en ocasiones poderosos como el de San Salvador de Tábara, en otras sencillas espadañas como la de Santa Marta de Tera. Las campanas van desde aquellas de ejecución sencilla en diversidad de metales (sobre todo el bronce), hasta las más elaboradas que pueden incluir mútiples inscripciones y dibujos, tanto religiosos como profanos, pues no hay que olvidar que en lo más profundo del territorio castellano se esconden tradiciones que aúnan religión y superstición, así encontramos el toque de tentenublo para alejar los fenómenos meteorológicos perjudiciales (Tente nube, / tente tú, / que Dios puede / más que tú. / Tente nube, / tente palo, / que Dios puede / más que el diablo ) u otros para dificultar el vuelo de las brujas, por ejemplo. La comarca de La Carballeda está repleta de ejemplos de este sincretismo, siendo acaso el campanario templario de la Iglesia de N S. de la Asunción, en Mombuey, la construcción que más misterios arroja por su origen, apareciendo a los ojos peregrinos como torre defensiva adornada de sus canecillos con formas animales.

Torre Ermita Villafranca de los Barros (Badajoz)

El acceso a los campanarios de los pueblos zamoranos de Sanabria es ya mayoritariamente libre, público e incluso obligado, pues en esta España vaciada de gran número de sus pobladores, pero rebosante de hospitalidad y puertas abiertas, alegra oir el tañer alegre e improvisado de las campanas cuando el caminante las hace sonar a su paso: es vida lo que insufla su repique a los aires de unas tierras injustamente abandonadas.

Campanario Puebla de Sancho Pérez (Badajoz)

Y con paso firme, entramos en Galicia por Las Portillas, y tanto por Laza como por Verín, seguiremos viendo hermosos, enigmáticos, solitarios campanarios, escuchando su tañer por bosques umbríos envueltos en la historia y la leyenda, hasta llegar a Compostela. Allí, sobresaliendo sobre las demás por tradición y cariño de los peregrinos, nos encontraremos con “la Berenguela”, coronada por la linterna que alumbra el Camino de los peregrinos. Aunque su nombre popular sea erroneo, por referirse a una torre defensiva (hoy desaparecida) adosada a la Catedral por el Obispo Berenguer de Landoira, su sobrenombre nos sirve para cerrar el círculo abierto en Sevilla, al recordarnos a la madre del Rey Santo, fiel devota de Santiago, que inculcó a su hijo, “alférez de Santiago”, el amor por el Santo. La Torre del Reloj da las campanadas que señalan las horas, y, cuando ya no divisamos la ciudad en nuestro regreso a casa, aun podemos escucharlas en el aire y el corazón…que las campanas también transportan nostalgias.

(PUBLICADO EN REVISTA PEREGRINO Nº212 – ABRIL 2024)

Peregrinando por la Ciudad Eterna

Cuando las fronteras estaban abiertas sin mayores problemas, y la Vía Francígena (hoy una realidad plena de señalización y acogida) era aún una senda histórica en vías de resurrección, en nuestra Asociación de peregrinos de Sevilla surgió la idea de engarzar un nuevo destino de peregrinos en nuestro “haber”: Roma.

Faltando a la tradición «jacobípeta», allá nos embarcamos de madrugada en un avión, pero el Santo (o quizás su compañero San Pedro) nos quiso hacer ver que el camino, aun con medios modernos, siempre tiene sus riesgos, y allá tuvimos que atravesar tormentas   sobre el Mediterráneo que nos impidieron dormir, y nos garantizaron algún que otro coscorrón con las turbulencias: moraleja peregrina… la próxima vez, andando.

Puerta Santa (Roma)

La noche, con el cansancio de las horas en duermevela, parecía interminable cuando aterrizamos en Fiumicino, y apenas unas horas después de alojarnos ya íbamos hacía San Pedro con las luces del amanecer perezosas en el horizonte. La Basílica parecía rebajarse en su inmensidad ante la soledad que, a esas horas, reinaba en sus naves: todo un privilegio mientras nos adentrábamos en la cripta para celebrar misa en una de sus recoletas capillas. Misa íntima y cargada de sensaciones. Al salir, el sol se desparramaba ya por los mármoles del atrio jugando con los colores: Roma esperaba.

Vivimos el bullir de vida y gentes entre la Fontana de Trevi y Piazza Navona, que parecían hace meses un recuerdo de un sueño antiguo y hoy vuelve como los ciclos en la vida. Atravesando con “añorada” dificultad sus calles, visita principal al Panteón de Agripa (que en Sevilla se reprodujo para ser Casa del Señor de la Ciudad…): la oscuridad exterior, atravesando sus inamovibles puertas de bronce, se convierte en luz, bella inmensidad, y ese contraste tan natural de ver los últimos vestigios de las lluvias de días pasados que se filtran por el ojo abierto de su cúpula alfombrando sus baldosas de gastada piedra, te transporta a tiempos más antiguos, cuando la armonía entre el hombre y la Naturaleza eran más plena: lugar repleto de esa belleza telúrica que el peregrino siente en las sienes en aquellos sitios “escogidos” por la historia y la tradición.

Monumento a San Francisco (Asís)

Tras el almuerzo, las atestadas (en demasía…) galerías de los Museos Vaticanos, nos aguardan convertidos en una inmensa cornucopia de obras de arte de todos los tiempos que la mente y la vista son incapaces de abarcar e incluso de digerir. Agotados de hermosura regresamos a nuestra residencia en “Santa María del Reposo”, donde, casualidades, descansaban los peregrinos al divisar desde allí, por primera vez, Roma. La noche romana puede esperar…no así la agradable cena donde nos llevamos la sorpresa de unos pases “vips” para poder estar cerca del Pontífice al día siguiente.

La mañana aún no ha encajado entre los fríos del Lacio cuando nos dirigimos hacia la Audiencia Papal, tantas veces vista por la televisión y sin embargo tan distinta cuando la experimentas en carne propia. Hay que coger buen sitio para el grupo, mientras los afortunados con la “pase verde” accedemos hasta la explanada donde se sitúa la silla del Papa: indudable privilegio pero que aumenta los nervios hasta extremos agobiantes…el regalo para Su Santidad hemos olvidado dedicarlo, pero, afortunadamente los siempre corteses agentes de seguridad se dan cuenta de ello y nos lo hacen ver en el último minuto…cosas de novatos.

Iglesia de Santa Maria sopra Minerva (Asís)

El Papa Francisco parece más frágil en las distancias cortas; el peso del cargo se trasluce en sus ademanes y movimientos, y, sin embargo, su eterna sonrisa, y esa luz que refleja su figura, suavizan cualquier tensión o preocupación a su alrededor e infunde un sentimiento de alegría irreprimible. Bonito recuerdo el que nos llevamos, aunque no podamos entregarle el presente en mano; con posterioridad, en la Navidad, una felicitación de la Santa Sede, que incluye un agradecimiento por el presente, llegará a nuestra sede social para nuestra tranquilidad y regocijo.

La tarde nos llevará a orillas del Tíber, a conocer el Coliseo y el Foro y, gracias a despistes propios de este tipo de viajes, nos ofrecerá una tarde libre para algunos, que nos dará la oportunidad de recorrer Roma, aparentemente sin rumbo, y conocer “rincones” como San Pietro in Vincoli, donde sedente nos espera el Moisés de Miguel Angel, o el Éxtasis de Santa Teresa, en Santa María de la Victoria. Y es que perderse en Roma nunca es un problema.

Santiago de los Españoles (Roma)

El nuevo día nos lleva a las sedes eclesiásticas más antiguas de la ciudad. Pasamos por Santa María la Maggiore, que guarda la reliquia de la cuna de Jesucristo; ante San Juan de Letrán contemplamos la primera casa de los Papas, con la Scala Santa, principal centro de devoción de los peregrinos medievales. La Basílica “madre y cabeza de todas las iglesias” es un trasunto de la compostelana: su Puerta Santa, cerrada salvo en años jubilares, esconde, entre otras, la imagen de Santiago Apóstol. Con la visita a San Pablo Extramuros, trasponemos los limes de la Ciudad Eterna y conocemos las impresionantes catacumbas de San Calixto, apurando una tarde que precede a un viaje al corazón peregrino de Umbría: Asís.

La ciudad eternamente ligada a San Francisco era, por mérito propio, centro de peregrinación ya en vida del Poverello. La llanura que la precede hace aún más imponente la llegada a la amurallada ciudad, previa visita a la Porciúncula, cobijada en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. La cuidada urbe, patrimonio de la humanidad, tiene para nosotros un aire familiar “compostelano” en cuanto vemos por sus calles a peregrinos que, con su mochila a la espalda, nos traen recuerdos queridos. Llegamos a la Iglesia de Santa Clara, aquella entre cuyas ruinas San Francisco escuchó la voz que le pedía ayuda ante el abandonado Cristo de San Damián.

Regalo papal

Avanzando por las callejas de Asís, contemplando antiguos hospitales de peregrinos y el viejo templo de Minerva convertido en iglesia, llegamos hasta la Basílica franciscana, donde entregamos un presente que deja constancia de nuestra visita. Las pinturas de Giotto que decoran casi cada centímetro del recinto, contrastan con la sobriedad de la tumba del Santo, apenas un bloque de piedra negra, como corresponde a su espíritu ascético, pero que irradia una fuerza que todos percibimos. Nos despedimos de Asís por la Puerta de San Pedro ante el largo camino de vuelta a Roma.

Aunque solo sea unos kms, no podemos irnos sin recorrer algunos tramos de la Via Francigena, aquella que traía, a través de los Alpes, a los romeros que acudían a venerar la tumba de San Pedro, y que seguía hasta Brindisi, puerto para los que continuaban su peregrinación hasta Tierra Santa. La última etapa entre Castel Gandolfo y Roma es lo más próximo que, dentro de la apretura de horarios, podemos pisar de la mítica Vía que transitaron comerciantes, cruzados y devotos caminantes. Castel Gandolfo, la residencia de verano del Papa, hasta que S. S. Francisco la donó a la ciudad, se alza en un balcón rocoso ante el lago Albano; la tarde declina sobre sus aguas dejando colores increíbles ante la vista de estos cansados caminantes. El viaje va tocando a su fin.

La mañana libre del último día, se convierte en una incesante gymkana por conseguir cada uno aprehender los rincones más íntimos de nuestro imaginario personal de esta ciudad inabarcable. El “inconsciente colectivo peregrino” coincide en un punto común: la Iglesia de Santiago de los Españoles…por más que le quieran cambiar el nombre, el templo, mandado construir por uno de los hijos de Fernando III El Santo, estuvo rodeado de los hospitales de peregrinos que acogían a los españoles que arribaban a la ciudad y mantiene la impronta de nuestras señas de identidad. La renacentista efigie de Santiago Apóstol, joven y con esos rasgos propios de la belleza clásica, nos despide de la Ciudad del Tiber …las monedas arrojadas a la Fontana nos harán regresar sin duda…igual hasta con botas y mochila.

PUBLICADO EN LA REVISTA PEREGRINO Nº 205- FEBRERO 2023

Cuando el destino nos alcance

Cuando en la primavera del 2020 surgió aquella pandemia, de la que hoy el olvidadizo y poco atento ser humano apenas ni se acuerda (salvo por las ocasionales, y sesgadas, estadísticas públicas de los telediarios), nada nos hacía pensar, presos de miedo en nuestros espacios de confort, que solo era el inicio de un siroco que aún hoy nos arrasa sin compasión.

Acostumbrados a que las desgracias que veiamos en la TV sucedían solo tras las murallas (creiamos) infranqueables de Occidente, no estabamos preparados…y seguimos sin estarlo. A la enfermedad siguió una guerra de otro tiempo (conquistas para el «imperio» postsoviético,,,¿creiamos que había desaparecido?), el planeta diciendo «hasta aquí llegué, desagradecidos», la escasez de materias primas, la escalada brutal de los precios de la energía, la plutocracia de los grandes emporios como forma de gobierno mundial…

El COVID fue, visto hoy, solo un prolegómeno..que costó millones de vidas (quizás pensaron los Hados que así aprederíamos), pero en cuya «solución» al final nuevamente triunfaron los parámetros económicos: gran número de la población mundial sigue sin estar vacunada…la parte más pobre, claro. La «parada» obligatoria del confinamiento vino bien a la Tierra, pero quedó en simple anecdota de patos andando por las avenidas, en lugar de hacernos recapacitar sobre los ritmos de vida y su equilibrio con la Naturaleza.

Luego un «que viene el lobo ruso» que no creiamos por anacrónico, se convirtió en lluvia de hierro y fuego sobre Ucrania: miles de desplazados en plena Europa, guerra de invasión y tierra quemada…los que vivimos el conflicto balcanico de los años 90 volvimos a recrear una de las páginas mas triste de la historia moderna. Europa contestó con «guerra económica» y embargos, cuyos resultados positivos desconocemos, pues, a día de hoy, solo han traido más pobreza, carencias y escalada de precios, mientras la «Gran Rusia» sigue haciendo negocio con paises menos escrupulosos con la vida humana. Hasta cuando aguantará la UE está por ver…el dinero es el dinero, y la opinión publica ve las bombas caer sobre Zaporiyia cada vez con más distancia informativa.

Riot control trucks move thorugh a rebellious crowd in the street, in a still from the science fiction film, ‘Soylent Green,’ directed by Richard Fleischer, 1973. (Photo by MGM Studios/Courtesy of Getty Images)

A todo esto en la India se registran temperaturas de 50º allá por el mes de Abril, y nos olvidamos del «efecto mariposa» hasta que nos llega un Julio a Europa con las mismas condiciones extremas. Ya hasta las corrientes de aire han sido modificadas por el ser humano, y eso trae vientos del Sahara de manera habitual a medio continente. Solución: bajemos los termostatos en invierno y subámoslos en verano …más que nada porque nos cuesta dinero, porque el planeta aguantará, esperamos. Desde hace décadas las ONG´s (cuatro hippies…)postulaban un uso racional de la energia, mientras las grades superficies ponían los aires acondicionados a 18º, que te hacían pasar frio en verano…ahora la hormiga debe sufrir como la cigarra, y de fondo los políticos prometen bajar los impuestos, que debe ser lo peor que ha inventado el hombre, pues con ellos se pagan las infraestructuras públicas médicas, de enseñanza, de comunicación….total, si el «libre sistema» proveerá.

Y sobre todo este panorama se enseñorea el poder de las grandes corporaciones, en especial las bancarias y energéticas. Sus intereses deben ser los de la «comunidad internacional» (ese es el mensaje), y los Gobiernos democráticos se pliegan a ello con mayor o menor sutileza, mientras el ciudadano permanece atónito, o distraido con Telecinco.

En esta oscuridad, cuando el destino, como en la película de Fleischer, parece alcanzarnos, solo nos queda vaciar el cargador hasta la última bala. Aún queda gente concienciada de que solo tenemos un planeta, y otros, auque solo sea por miedo, se van uniendo. Aún queda quien vacia sus roperos para compartir con quien lo ha perdido todo, o coge su coche y se planta en la frontera de la guerra para ayudar. Aún queda quien no mira la ideología sino quien hace mal al prójimo y quien busca la mejora de la Humanidad. Aún nos queda la Esperanza.

Liébana, última Thule

Las reliquias de la cruz, donde se cree sufrió tormento aquel buen Rabí de Galilea, acaso sean el motivo más antiguo, en la religión cristiana, por el que los peregrinos emprendían su camino. Es este el vestigio más cercano y difundido de un objeto que estuviera en contacto con la divinidad, y el más antiguo del mundo cristiano: la advocación de la Vera Cruz, suele ser la Titular de las primeras congregaciones de fieles, cofrades o devotos, que aparece en las poblaciones del común cultural que forman el arco mediterráneo. Probablemente el mercadeo de reliquias en tiempos pasados invalidó, o cuestionó al menos, la mayoría de ellas, pues, de juntarse, a más de una le pasaría como con los huesos de cierto Santo que, mandados traer a Roma, llenaron tres carros.

Pero ello no debe hacernos pensar que toda reliquia es susceptible de manipulación más o menos interesada a manos de los hombres: cierto es que son escasas, pero algunas hay que se veneran en base a un devenir de siglos recogido en crónicas y escritos con bastante exactitud y que, sometidas incluso a pruebas científicas, cuanto menos aportan datos que nos hacen pensar si no estamos realmente ante un objeto cierto de veneración, como custodian con mimo y celo tantos monasterios e iglesias del orbe cristiano.

Conocido es que Jerusalén, Roma y Santiago son los tres vórtices de peregrinación, custodios de los más importantes vestigios de los Apóstoles y de Jesucristo, y que gozan periódicamente de Año Jubilar (a los que se ha unido más recientemente Caravaca de la Cruz); pero pasa un poco desapercibido un quinto lugar, escondido entre las montañas cántabras y cargado de una historia y una naturaleza apasionantes.

Siete Sellos (Centro de Interpretación Beato Liebana – Potes)

Corría el 2017, Año Jubilar por aquellas tierras, cuando nos encaminamos hacia allí. Cuentan las crónicas que, ante el avance musulmán en la península, entre las muchas reliquias que buscaron cobijo en territorio cristiano estaba este Sagrado Leño que Santo Toribio había traído de Tierra Santa, perteneciente a uno de los brazos de la Cruz, y que las dataciones científicas aseguran es del siglo I A.C. y de una especie de madera de ciprés autóctona de Palestina.

Fijamos el punto de partida en San Vicente de la Barquera, arracimada en su espolón de tierra y rodeada por el siempre rugiente Cantábrico, que nos dio la bienvenida en una tarde plomiza de Octubre. Peregrinos norteños se mezclaban con los “cruceños” que partiríamos a la mañana siguiente, cobijados todos en el albergue cercano al antiguo hospital de peregrinos de La Concepción. De mañana todos se despedían hacia Compostela salvo un joven espigado francés, Quentin, que haciendo gala de un exquisito trato nos acompañó hasta la salida de la población.

La primera etapa se presentó exigente desde el inicio, pero el exceso de asfalto, suplido por impresionantes paisajes, no nos hizo desistir de continuar por el camino histórico tradicional, desechando la senda del Nansa (invento moderno de autoridades poco interesadas en lo auténtico, y más propia para senderistas que para peregrinos…), continuando hacia la Ferrería de Cades para acceder al impresionante Valle de Lamasón. Con el calor impertinente de aquel Octubre, convertido en verano por este cambio climático que nos azota, llegamos a Sobrelapeña al caer la tarde, con la mole vigía de Santa María dominando el término.

La mañana trajo algo de lluvia y viento fresco de las montañas, que serenó el ambiente mientras nos encaminábamos hacia La Fuente y su preciosa (y cerrada en pleno Año Santo…) Iglesia de Santa Juliana. Una senda ascendente nos conduce al Collado de Hoz mientras el cielo amenazaba tormenta. Dura la subida con un paisaje digno de un cuadro el que iba quedando a nuestras espaldas. Y en lo más alto, una pequeña cabaña muestra en su puerta a Rosa, una anciana que trabaja cuencos y utensilios de cocina con sus propias manos y una oxidada navaja: el peregrino, reacio a cargar con cualquier cosa que le aporte peso, no se puede resistir sin embargo ante su dedicación, a comprarle algo y echar unos minutos de charla sobre lo divino y lo humano, obteniendo además como recompensa un buen puñado de nueces…es la intrahistoria del Camino que podemos encontrarnos si abrimos los sentidos y encerramos las prisas en un cajón.

Se suceden los valles y collados de esta “Ultima Thule” que es Liébana: el camino ahonda en simas históricas, que fueron reductos de familias godas e hispanas que se refugiaron allí del ímpetu del Al Andalus dominante. Pero el paraíso también hoy está amenazado: en medio del bosque de acebos que rodea nuestra senda, surge el humo de una quema de rastrojos que se descontrola por momentos antes de bajar a Cicera.

Tapa de la tumba de Santo Toribio – Monasterio de S. Toribio de Liebana

Aquí las montañas se cierran como gigantes que custodian el Desfiladero de La Hermida y dejan entrever con dificultad los pasos de montaña que nos acercan al “sancta sanctórum” del valle. Elegimos el Camino Real que sube hacia el Canal de Francos; equivoco nombre el de “canal” pues lejos de ser llano y “navegable” se convierte en una subida de siete kilómetros que tardamos tres horas en hacer, atravesando por la Braña de Beres densos bosques donde vuelve a habitar incluso algún oso pardo. La luz declinante comienza a atravesar ya con dificultad el techo de hojas de los bosques cuando, a media tarde, terminamos la subida en el Collado de Arcedón, y aparece a nuestros pies Lebeña.

La parada aquí es obligatoria. El orgulloso pueblo atesora un transcurrir singular a través de los siglos, y dos tesoros engarzados: su Iglesia de Santa María, con su Virgen de la Buena Leche, y M ª Luisa, su guía y cuidadora. La belleza mozárabe del edificio, con su sorprendente campanario moderno, y que sin embargo parece labrado por alarifes alto-medievales, se envuelve en la seda de los relatos de druidas y monjes que habitaron esos lares y que brotan del corazón de M Luisa, avezada narradora…de esas que hacen que no mires el reloj.

En el exterior, un olivo milenario y un pequeño y joven tejo (esqueje de la pareja de aquel, destruido por un rayo), recuerdan la historia de dos mundos equidistantes que se unieron en una bella historia de amor allá por el siglo XI.

El “edén” de Lebeña solo tiene una espina, y es el hecho de que alojarse allí es tarea difícil; por suerte Luis, casi el único taxista del valle, nos saca del atolladero y nos lleva a pasar la noche a Tama, al Corcal de Liébana donde Adolfo ejerce la hospitalidad. No, no es un albergue, pero la acogida no puede ser más hospitalaria, con todo detalle para dos cansados caminantes. De amanecida, retornamos a las puertas de Santa María para continuar.

El rio Deva, con el frescor de sus aguas, nos alivia temprano del sofoco de la subida hasta Allende. Dejando atrás la localidad por su primitiva ermita que, mimetizada con la montaña, atravesamos, casi sin darnos cuenta, por encima de su techo, adentrándonos en un estrecho y tupido valle surcado por el arroyo Cobejo que nos sirve casi de único guía, pues el follaje se cierra sobre nosotros ocultando cualquier referencia en el horizonte.

Rusticas pasarelas de madera nos sacan poco a poco a la luz de antiguos castañares que nos dejan entrever Cabañes, con sus casitas resbalando por la ladera. A partir de aquí, el descenso será prolongado hasta la ermita de San Francisco, ya en el término de Potes. Las huellas de la “civilización” se acentúan hasta hacernos entrar en la Villa de los Puentes y las Torres.

Potes bien merece una visita sosegada de aquellos que saben valorar las grandes historias que se ocultan tras lo aparentemente pequeño, así que hacemos noche allí para acometer a la mañana siguiente la subida a Santo Toribio. Atravesamos con las primeras luces el Puente de San Cayetano, donde confluían todos los caminos de peregrinos para hacerse uno sólo hasta el Lignum Crucis. Antiguas ermitas, como San Juan de la Casería, se desperdigan por todos lados, hasta que, a la vista del albergue de peregrinos del Monasterio, vemos llegar nuestra meta.

Los sobrios sillares del cenobio muestran abierta la Puerta Santa en esos días, por la que el peregrino, emocionado aun por la llegada, se adentra en la iglesia: la Fraternidad Franciscana guarda ahora la tumba de Santo Toribio, con su tapa desvencijada por los continuos “recuerdos” que los caminantes arrancaban en forma de lasca de madera, y la Capilla del Lignum Crucis, que, a la hora del oficio divino, es mostrado cada día de este Año Santo a los peregrinos, y besamos con humildad, quizás con incertidumbre, quizás con devoción. Misa tranquila, con la iglesia llena pero sin apreturas, que nos permite ver, gracias a las inconfundibles mochilas (a las que aquí, afortunadamente, se les permite la entrada como elemento bendecido del peregrino que es…), a los compañeros de camino; sorprendentemente muchos de los que partimos de San Vicente confluimos allí, como el “caballero francés” de Quentin: a la hora de la Paz, los abrazos entre nosotros no pueden ser más sinceros.

Para orgullo de “patria chica” queda el dato de que son los peregrinos sevillanos los más numerosos ese año: no por nada en Sevilla también tenemos “lignum crucis” custodiado por la Hermandad más antigua de la ciudad, la Vera-Cruz.

Las montañas, como los Siete Sellos bíblicos, cierran Liébana y parecen protegerla de ese “apocalipsis” con el que las masas y el consumismo amenazan nuestros caminos. Beato guardó vigilia una Nochebuena esperando al Anticristo…tampoco es para ponerse así, pero no nos durmamos esperando que la salvación de las sirgas de peregrinación venga, al sonido de Siete Trompetas, de la mano de alguna fuerza divina: la preservación de este tesoro y su puesta en valor está en el alma y el cariño de cada peregrino…tan fácil y tan difícil. Buen Camino

Llegando a Lebeña

(Artículo publicado en la Revista Peregrino nº 201-202, con el título «De Camino a Santo Toribio de Liebana»)

100 Palabras

La luna acompaña la lámpara de la Berenguela desde

hace siglos cuando el Año se hace Santo,

alumbrando ilusiones y esfuerzos de caminantes, a

través de sendas que trazan ríos humanos entre la tierra y

la historia, dando vida al espíritu que se acomoda en las

entrañas de la Catedral, desde que las columnas eran

árboles y su luz las estrellas del firmamento. Mucho ha

cambiado desde Paio hasta hoy, salvo la pasión y la fuerza

que mueven el espíritu hasta Compostela. Ata bien tus

botas, desata el corazón, bebe de la tradición: solo así

llegarás al corazón de Santiago.

Jacobeos del Sur

La edad de oro de las peregrinaciones jacobeas cogió a gran parte del sur de España aún bajo dominio musulmán. Las posibilidades de peregrinación para la población cristiana, para los mozárabes (presentes “oficialmente” en Al Andalus hasta la fatua de expulsión definitiva dictada en 1126 por el Cadí cordobés Abū l-Walīd Muḥammad ibn Rušd), eran infinitamente menores y más arriesgadas, de ahí que las investigaciones al respecto de esos siglos sean complejas y escasas, pero constatables, y no será hasta bien adentrado el avance cristiano en el siglo XIII, cuando las condiciones se irán equilibrando, haciendo posible acudir al sepulcro del Santo al igual que el resto de Europa.

A la hora de pugnar por los “laureles jacobeos” de la historia de las peregrinaciones medievales, quedamos en puesto de cola, siendo en la actualidad cuando los caminantes andaluces estamos escribiendo una etapa brillante de la historia jacobea. Pero si cabe destacar por el contrario que la devoción al Santo tuvo siempre un fuerte arraigo en las tierras del Sur, y su influencia en los reinos cristianos del Norte. Un culto de “ida y vuelta”, por así decirlo.  

Sin ir más lejos recordemos que Beato de Liébana, primero en citar al Apóstol como patrón de España, con probabilidad, fuera de origen mozárabe. La veneración a Santiago, era un culto que tenía tal fuerza por estos lares, que su festividad, según la liturgia hispano-mozárabe celebrada el 30 de diciembre, tuvo que ser asumida y respetada por Roma, reconvertida en la actual celebración de la Traslatio de Santiago Apóstol. Su “vuelta”, vino sobre todo de la mano de la Orden de Santiago, que supuso un importante aporte de contingentes armados al proceso de conquista de Al Andalus.

Celebración Traslatio Rito Hispano Mozarabe (Sevilla)

Extenso, y anguloso, es pues el fenómeno devocional en Andalucía, pero, para evitar extendernos y abusar de la atención del lector, nos ceñiremos a Sevilla y su provincia.

Mediando el siglo XIII, el avance de Fernando III El Santo, devuelve el culto cristiano al Sur peninsular; las localidades de Estepa, Guadalcanal o Villanueva del Rio, por ejemplo, son puestas bajo el dominio santiaguista, y el patronazgo jacobeo sigue siendo, aún hoy día, seña de identidad de estos pueblos.

 En la ciudad de Sevilla, tras su toma, la Orden será premiada en el reparto fernandino, con terrenos y casas entre las collaciones de San Vicente y San Lorenzo. Posteriormente en 1409, a instancia del Maestre Lorenzo González Figueroa, y por bula papal de Benedicto XIII, estas propiedades pasarán a constituir el Monasterio de Santiago de la Espada. El devenir de los siglos ha conservado únicamente la iglesia monacal, que forma parte actualmente del Convento de la Asunción.

Iglesia de Santiago, Villanueva del Rio (Sevilla)

Siglos posteriores, generarán una expansión del culto jacobeo de la mano de la Orden de Santiago básicamente, encontrando éste principal acomodo en las Hermandades y Cofradías de origen gremial (contando muchas de ellas, con hospitales de acogida para sus hermanos) que evolucionarán hacia las actuales de carácter penitencial, y que mantienen a Santiago como Titular de las mismas.

El ejemplo más “rotundo”, lo tenemos en la Hermandad del Amor, de la que el Apóstol es Titular, casi desde su origen, a mediados del siglo XVI. El hecho de originarse la corporación, en la Iglesia de Santiago el Viejo, según nos cuenta el historiador Félix González de León, enmarca el origen de la devoción al Santo. Posteriormente, la Hermandad, en 1601, conseguirá del papa Clemente VIII, una bula, por la que quienes “visitaren la iglesia en la que se encuentre radicada la Hermandad…desde la víspera del 24 de Julio y hasta el ocaso del sol del día 25”, recibirán las mismas “gracias e indulgencia plenaria del Año Santo, como si personalmente lo hiciesen en peregrinación a la Santa Iglesia de Santiago de Compostela”.

El vínculo de la Hermandad con la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Sevilla, se ha ido consolidando en los últimos años, con múltiples colaboraciones, siendo todos los años invitados los peregrinos a la celebración de la Festividad del Martirio del Santo. Próximamente aumentará aún más su impronta jacobea con la puesta a disposición de devotos y caminantes de una capilla propia, donde el Apóstol Santiago (talla anónima atribuida al círculo de Pedro Roldán), podrá ser venerado en un horario más amplio que el actual.

Santiago en Clavijo, de Juan de Roelas

Precisamente, en la Iglesia de Santiago de Sevilla, hasta hace unos años, presidió el retablo del altar mayor, un hermoso lienzo de Santiago Caballero, pintado por Mateo Pérez de Alesio (siglo XVI). En este templo es donde la leyenda-tradición, sitúa la casa del discípulo de Santiago, Pío (primer obispo de Sevilla), que acogió al Santo tras su desembarco en la cercana localidad de Coria del Rio (Sevilla). La Iglesia es actual sede canónica de la Hermandad de la Redención, y en ella cada 30 de diciembre, conjuntamente con la Asociación de Sevilla, se celebra la Festividad de la Traslatio de Santiago Apóstol, mediante Misa Solemne por el rito hispano-mozárabe.

Aún hay una tercera Hermandad, esta de carácter letífico, que cuenta con Santiago entre sus advocaciones, la Hermandad del Pilar y Santiago Apóstol que, como curiosidad, radica en la Iglesia de San Pedro compartiendo sede con la Hermandad del Cristo de Burgos, fundada por los burgaleses aquí residentes, hacia el siglo XVI y que, claro está, arraigaron con su señera devoción, tan venerada por los peregrinos del Camino Francés.

No puedo dejar pasar, al hilo de estas otras devociones jacobeas, y aunque sea extralimitarnos en nuestro artículo, con el culto a la Virgen de Roca-Amador de la Hermandad de la Soledad. Se trata de una pintura mural, fechada entre los siglos XIV-XV, existente en la Iglesia de San Lorenzo: aún por investigar, algunos estudiosos apuntan a que cruzados franceses participantes en el asedio a Sevilla (1247-1248) que probablemente hubieran realizado la peregrinación a Santiago, fueron quienes trajeron su veneración a Sevilla, donde hubo una importante población de francos.

Santiago Apóstol, Hermandad de Belén

Por último, la Catedral de Sevilla, que, como no podía ser menos, cuenta con numerosas representaciones iconográficas y pictóricas del Apóstol, y con Capilla propia de Santiago, presidida por la hermosa pintura de la Batalla de Clavijo, de Juan de Roelas (1609) y en la que destaca el sepulcro del Cardenal Gonzalo de Mena y Roelas, fallecido en 1401, que fue fundador, apenas un año antes de su óbito, de la Hermandad de los Negritos (formada por esclavos y libertos), la más antigua de Sevilla.

El fenómeno devocional a Santiago, como hemos citado, encuentra su extensión en numerosas poblaciones de la provincia, y no sólo por tradición secular sino, curiosamente, también por reciente adopción, como es el caso de la Hermandad de la Sagrada Entrada de El Viso del Alcor, que surge hacia los años 80 del pasado siglo.

En este sentido destaca sobremanera la reciente Asociación de Fieles de María Santísima del Socorro y Santiago Apóstol, que, en el año 2017, y de la mano de gente joven de la localidad de Utrera, (por donde pasa el Camino de Santiago-Vía Augusta) retoman el testigo de la extinguida “Congregación del Sto. Zelo de las Almas, Stsmo. Christo de Santiago y Stsma. Virgen del Socorro”, que tuvo su momento de esplendor en el siglo XVIII, conservándose aún el Cristo de Santiago, como Titular de la actual Hermandad del Redentor Cautivo. La nueva corporación, ha recuperado la veneración a la reliquia del Apóstol, que guarda la Parroquia, las Luminarias y Ministriles que se celebran en las Vísperas del 25 de Julio, y, en definitiva, el culto jacobeo en Utrera.

Retablo mayor Iglesia de Santiago, Carmona (Sevilla)

La población de Villanueva del Ariscal es otro ejemplo de villa asignada a la Orden de Santiago tras su conquista en el siglo XIII, y que se haya bajo el patronazgo de Santiago. Cuenta la villa con la curiosa “bula papal” (la tradición así lo dice), de poder celebrar la festividad del Corpus Christi el 25 de Julio, coincidiendo con la efeméride jacobea, en lugar de en el mes de junio, para no interferir en las labores de los campos. En la actualidad, la reciente Agrupación Parroquial de Santiago Apóstol, constituida este mismo año 2020, salvaguarda la devoción al Santo en la localidad aljarafeña.

En la población de Pilas, encontramos la Hermandad de Belén que tiene como Imagen de su Titular Santiago, una escultura de señalado valor artístico, fechada entre los siglos XIV y XV, en su iconografía de peregrino y que ha participado en la exposición “Camino. El Origen” celebrada en Compostela en 2015.

En Mairena del Alcor, la Hermandad de la Humildad (siglo XVII) incorpora en 1977 a Santiago como uno de sus Titulares, siendo patrón de los cofrades más jóvenes de la corporación, que, anualmente desde al año 2013, realizan la peregrinación a Santiago. La Hermandad, entre otras actuaciones, ha recuperado la Velá (festividad similar a las romerías) de Santiago, y es miembro de la Archicofradía Universal de Santiago, como muchas de las aquí nombradas.

Azulejo Santiago, Castilleja de la Cuesta (Sevilla)

En la localidad de Carmona la Hermandad de la Columna, con sede canónica en la Iglesia de Santiago, incorporó al Santo como Titular en el 2016, pero ya medio siglo atrás le rendía culto. Destaca la bien conservada planta de la iglesia, de estilo mudéjar y con hermosa azulejería con temas jacobeos, así como la escultura del Apóstol, atribuida al taller de Roldán, no muy bien conservada debido al paso de los siglos y el olvido de las Administraciones Públicas, que tanto “pesa” y “pesar” trae sobre nuestro patrimonio histórico.

Pero quizás las raíces más ilustres las encontramos en la Hermandad de Santiago de Castilleja de la Cuesta (antigua Hermandad de la Santa Vera Cruz de Santiago), fundada en 1370. La segunda quincena de julio es en Castilleja un compendio de cultos y fiestas patronales, que son el corazón de la población.

A la zaga le va la villa de Aznalcázar, donde ya en el siglo XVI se constata la existencia de una Iglesia y Hospital de Santiago, por influencia también de la Orden, y cuyo testigo mantiene y enriquece hoy día la Hermandad de Santiago, hasta el punto de que la Fiesta de Santiago ha sido declarada de Interés Turístico de Andalucía.

Casas engalanadas por la Fiesta de Santiago, Aznalcazar (Sevilla)

Muchas más huellas jacobeas podríamos encontrar en la provincia hispalense, con tiempo, dedicación o manos más doctas, pero sirvan estas breves pinceladas para despertar la curiosidad y el ánimo investigador, y, sobre todo, para poner en valor y conocimiento el bagaje devocional de estos “Jacobeos del Sur”, que conservan vivo un legado de siglos, sostenido por una amalgama de todas las edades que conforman los peregrinos y devotos sevillanos.

BIBLIOGRAFIA

Historia de los mozárabes en Al – Andalus – Rafael Jiménez

Xacopedia

Épocas Medievales (Vol. 2) Historia de España – Josep Fontana

El Monasterio de Santiago de la Espada de Sevilla – Daniel Rodríguez

Historia crítica y descriptiva de las Cofradías de Sevilla – Félix González de León

Hermandad de la Soledad – Ramón Cañizares Japón

ARTICULO PUBLICADO EN LA REVISTA COMPOSTELA, DE LA ARCHICOFRADIA UNIVERSAL DEL SANTO

Romero solo

Escribiendo, en estos tiempos tan inciertos, miras atrás y todo se relativiza: problemas, sueños, añoranzas…y las vivencias auténticas se refuerzan, nos parecen “pecata minuta” los obstáculos que se nos interpusieron con ellas. Los caminantes estamos acostumbrados a ello: el Camino es buena escuela de superación de tantas piedras como aparecen en senda vital de todo ser humano. Porque es habitual que las obligaciones laborales y responsabilidades familiares hagan que el “peregrino constante” tenga que superar y engranar vicisitudes para lograr escapar a ese Camino siempre cercano en el alma, pero a veces lejano en la realidad de la vida que llevamos.

Ese “lamento”, tan conocido por el caminante, arrastraba yo. Muchos suspiros en estos últimos años alejado de él, pero todo llega…que el Santo no es milagrero, pero ayuda al peregrino…y allá que a mediados de mayo del “feliz 2019” subía al autobús hacia Salamanca, donde había dejado mi camino platero tres años antes… ¿o quizás fueran más en el sentimiento?, pues cambiante es el mundo siempre, pero en estos tiempos con más celeridad. Bajarse del bus en tierra charra y desbordarse los sentimientos fue todo uno: cuantos anhelos y dificultades…pero allí estábamos, por fin, bordón en mano.

Salamanca, siempre acogedora, vibraba populosa de gentes, pero el peregrino, que debe preparar cuerpo, mente y espíritu por igual, busca el rincón sereno en los albores de la partida para revisar estos puntales tan fundamentales; y allí que encontré abierto San Marcos, con su Cristo románico colgado del tiempo, en la salida histórica de la ciudad antigua. Sopa castellana para caldear el aire que esa noche anunciaba el frio que vendría en las próximas jornadas, y a soñar con el “Campo de Estrellas”.

Al despertar, la mañana fresquita y soleada despereza la ciudad y abre sus puertas al campo castellano. Largos, rectos e interminables tramos se abren como surcos en la tierra, salpicada con algún bosquete y pequeñas poblaciones que se suceden sin apenas compañeros de viaje, hasta llegar al final de la jornada a Calzada de Valdunciel. El coqueto y acogedor albergue municipal nos cobija a una “pequeña ONU”: italiana, neozelandesa, español…y la misa de la tarde, en la más que cuidada Iglesia, nos presenta a todo el pueblo en una de esas escenas, congeladas en el tiempo, que aun reúnen a los vecinos en torno a la despedida del parroquiano difunto, y que nos sitúa casi al mismo nivel de protagonismo, pues la indumentaria delata que nuestra presencia es más que ajena, y novedosa, al evento.

Ruinas del Castillo de Castrotorafe (Zamora)

Las largas rectas vuelven a romper la mañana, y un pequeño arcoíris enredado en una percha de riego da color al reseco paisaje de cereal y tierra áspera. Así llegamos a El Cubo de la Tierra del Vino, en plena festividad de San Isidro, lo que nos concede la oportunidad, al atardecer, de vivir una escena digna de ser narrada por Machado: la modesta procesión del Santo sale de la Iglesia, “Casa de Dios y Puerta del Cielo”, como reza en el dintel de su puerta, y se adentra en los campos, seguida por los devotos y algunos peregrinos, para bendecir la tierra en un rito probablemente de reminiscencias celtiberas, que enlaza con nuestro mozárabe Santo. Un lujo para el alma presenciar esta celebración, casi congelada en los siglos.

La cena al atardecer reúne a un grupo heterogéneo que alegra la mesa y da calor a la soledad que, a veces, en la Plata, nos acucia como la melancolía al eremita que, sabiendo que elige una vida de esfuerzo, seguramente echa de menos, al menos de cuando en cuando, la compañía humana.

La vivencia compartida da al amanecer un color más acogedor, a pesar del frio que, inexplicablemente, se va haciendo más presente día a día como si entráramos en un invierno tardío. El Camino, para los peregrinos hispalenses, tiene en esta jornada un componente especial, pues bordea el pequeño pueblo de Peleas de Arriba, que vio nacer a Fernando III El Santo.

La llanura verde comienza a ascender levemente, como olas que se encrespan, hasta la bajada repentina al Duero, que cerca Zamora y la esconde como el pez al anillo del Obispo Atilano, como nos recuerda su monumento en la margen del rio. La siempre cuidada y armoniosa ciudad nos lleva hasta Santa Lucía cuando el reloj de sol de su fachada marca algo más del mediodía. “Ser en la vida romero…que cruza por caminos nuevos”…los versos de León Felipe parecen hechos a medida para su tierra zamorana: vagar por sus calles mientras llega la hora de abrir el albergue no se hace ni largo ni pesado en el ánimo, al contrario; el rosario de iglesias y callejas te envuelve en un limbo de tranquilidad, belleza y sosiego…San Cipriano, Santiago del Burgo, San Juan de Puerta Nueva…Zamora es ciudad de inicio también, y eso se nota en el albergue completamente lleno, pero acogedor por la edificación tan bien distribuida y el buen hacer de sus Hospitaleros Voluntarios.

Cerca de tapial tradicional, en las cercanías de Tábara (Zamora)

Al caer la tarde, pasando por la Casa del Cid, me dirijo a una de mis iglesias preferidas. Semioculta entre las casas del arrabal y los árboles está Santiago el Viejo, donde el Campeador calzó espuelas: la primera vez sentí la necesidad de descalzarme para entrar, tal energía sentía exhalar a sus muros cargados de historia; las figurillas de los capiteles te sonríen e invitan a quedarse y meditar o simplemente escuchar tu respiración…tareas muy peregrinas todas, dicho sea de paso.

El batiburrillo de peregrinos se ordena para la cena comunal y el sueño reparador. La mañana clara nos guía, tras atravesar las murallas y dejar atrás la bifurcación hacia el interesante (y desconocido) camino platero portugués, a Roales del Pan. La localidad, con su moderno cruceiro y área de descanso para el peregrino, es lo único que romperá la monotonía hasta llegar a Montamarta, y el cambiante cielo, que se oscurece en los albores de la tormenta y enfría aún más el aire de la llanura.

El albergue, cómodo pero distante de la población, es batido esa tarde por los cuatro costados por una lluvia torrencial, tras la que amanece una mañana soleada. Atravesamos Ricobayo por el lecho del embalse, vaciado por la pertinaz sequía, y se nos abre una jornada de impresionantes ruinas ilustres, empezando por el Castillo de Castrotorafe, digno de ser cantado por el mismo Tolkien, o el Monasterio cisterciense de Moreruela, de dimensiones tan magníficas que será en su caserío de Granja de Moreruela donde encontraremos albergue y hospitalidad esa noche.

Saliendo por la mañana dejamos al frente el Camino platero para mejor ocasión, y tomamos a la izquierda por el Sanabrés. El cambio de paisaje se hace notar ya en los colores que se acentúan y multiplican anunciando territorios más serranos, y el Puente de Quintos, sobre el impresionante Esla, nos abre la puerta hacia el noroeste compostelano.

Y llegamos así a Tabara, al antiguo scriptorium de Beatos del desaparecido monasterio, por sendas que serpentean entre ramales ferroviarios que, como los antiguos dragones de los pergaminos que allí se pintaron, amenazan con su sola presencia la senda jacobea, y que tendremos que “vigilar” entre todos pues de todos es el Camino.

Tábara nos acoge y nos despide con la misma calidez: a unos hacia el Aliste y la Sierra de la Culebra, a otros de vuelta a casa, que el tiempo del gozo llega a su fin. Parten de mañana los peregrinos, y yo, solo con mi cayado, espero el autobús, como fuera de sitio, y recuerdo los versos del poeta del pueblo “Para mi el bordón sólo del romero…Yo quiero el camino blanco y sin término”

La sonrisa del Santo

En las postrimerías del año más oscuro, en la ciudad de las estrellas, un martillo de plata retumbará en el mundo deshaciendo un muro de piedra y desdichas, de argamasa y tristezas, de frustraciones y sinsabores…es el amor de Dios quien lo derrumba.

Lo empuñará el Arzobispo, pero lo impulsará la fuerza de la Fe de los peregrinos. Bien lo sabe el Señor Santiago, que ya sonríe viendo, entre el polvo que se levanta ante la Puerta que cede, las primeras botas sucias de sus peregrinos…Faltan los abrazos, pero guarda sus deseos y anhelos a buen recaudo, bajo su esclavina, como el secreto más cálido para soportar este duro invierno…por eso sonríe.

 Porque por encima de pandemias y problemas, mañana los peregrinos estarán allí, estaremos todos…hasta los que ya no están…porque a Santiago se llega, antes que con las piernas, con el corazón. Estaremos en el brillo de los ojos del primer caminante que asome por el dintel sagrado que se abre de tarde en tarde, en la luz que brilla en la linterna de la Berenguela, en la Estrella de Platerías que cabalga en la fuente.

Mirad ese día al Cielo, peregrinos…no dejéis de mirar…La misma Luz que guió a los Magos de Oriente se encierra en aquella lucerna que solo se ve con los ojos del alma peregrina…mirad más lejos, más arriba: es la Luz de la Esperanza, es la Luz de Compostela… Feliz Navidad y Buen Camino.

A mi amigo Paco Tena, en este duro invierno

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Asociación creada con el objeto de recuperar el Camino Real Histórico por la costa de Cantabria a Santiago y Santo Toribio (Camino Lebaniego)

El Aquelarre

Escritos heterodoxos y Reflexiones heréticas desde lo profundo del Bosque Oscuro

Pilgrimage In Medieval Ireland

pilgrim roads, rituals & destinations

El Arco de Odiseo

Divulgación histórica y arqueológica del Mediterráneo antiguo

Franciscanos ofm Santiago

Provincia franciscana de Santiago. Actualidad y Presencia en el Noroeste de la Península. Fraydino@gmail.com

Al-Andalus y la Historia

Revista de divulgación histórica

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José Antonio de la Riera

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